Aquí les mostramos el discurso del presidente de la JHC, D. Pedro Arturo López Cabrera, en el acto de entrega de la Medalla de Oro de San Cristóbal de La Laguna a la Junta de Hermandades y Cofradías.
Si hay una ciudad que es el centro de la fe y del mundo cofrade en nuestro archipiélago, esa es San Cristóbal de La Laguna, ciudad patrimonio de la Humanidad desde 1999, ciudad que se convierte en centro de la vida para numerosos cofrades durante Semana Santa y otras celebraciones, y en la que a lo largo de todo el año no solo mostramos públicamente nuestra Fe sino también nuestro rico patrimonio y nuestra cultura; donde se vive el espíritu cofrade de una manera intensa.
Saludo en primer lugar, si me lo permite el protocolo, a todos los hermanos y cofrades presentes en este salón de plenos que mantienen viva las enseñanzas de los cofrades precursores. Ustedes son los verdaderos protagonistas de este acto; gracias a ustedes este ejemplo de religiosidad y piedad popular ha perdurado en La Laguna durante más de 500 años.
Saludo al Sr. Presidente del Gobierno de Canarias, Sr. Alcalde de San Cristóbal de la Laguna, Sra. Teniente alcalde, Sr. Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, Sr. Presidente del Cabildo de Tenerife, Sr. Subdelegado del Gobierno en S/C de Tenerife, miembros de la corporación de la ciudad, ex alcaldes de la ciudad de La Laguna, sr. Cronista oficial de nuestra ciudad, querido sr. vicario general, querido sr. delegado episcopal, queridos compañeros secretarios y presidentes de la Junta de Hermandades y Cofradías, hermanos mayores de las hermandades laguneras y distinguidas autoridades presentes, y a todos mis compañeros que me acompañan en el Comite Ejecutivo, señoras y señores
En el centro de un extenso valle que los aborígenes llamaban Aguere, se asentó la primera capital de la isla, cuya existencia oficial se remonta al 9 de julio de 1497, cuando el Adelantado Alonso Fernández de Lugo designó a los seis regidores y a los dos jurados que habían de componer el primer Ayuntamiento de la isla.
Tras el primer asentamiento se celebra el primer Corpus Christi en la primitiva iglesia matriz de la Concepción, desde la que se llevo la fe a toda la isla. Ubicada cerca del actual edificio, aquella precaria construcción de la que no se conserva nada fue el lugar donde seguramente muchos de los conquistadores, que eran hermanos del Santísimo, celebraron esta importante celebración. Se sentaron así las bases para la presencia de hermanos y cofrades en los actos religiosos, demostrando que nuestra ciudad ha tenido desde sus comienzos una relación importante con las celebraciones de culto y piedad popular.
Ya en 1506 aparecen en la ciudad las primeras órdenes religiosas, muy relacionadas con las hermandades. Agustinos y franciscanos fundan sus conventos, seguidos por los dominicos (1522) y monjas Clarisas en 1547; durante el siglo XVII se establece el de Santa Catalina de Siena y a finales del mismo llegan otras órdenes.
La primera parroquia la constituye la iglesia de la Concepción y en 1515 se crea la de Los Remedios, como respuesta a las demandas de los habitantes de la «Villa de Abajo».
El centro histórico de la ciudad está sembrado de lugares religiosos que van desde las pequeñas capillas de cruces hasta los grandes conventos, pasando por iglesias, parroquias y ermitas que rodeaban el núcleo urbano primitivo como San Roque, San Miguel, San Diego..
En San Cristóbal de La Laguna se puede palpar la fe y el sentimiento religioso. Y aunque se esté lejos, aunque el tiempo señale otras fronteras de la distancia, quien ha estado en ella la siente vívida y cierta cuando la nombra. La Muy Noble, Leal, Fiel y de Ilustre Historia -según reza su escudo- ciudad de San Cristóbal de La Laguna posee una personalidad singular, un espíritu y un estilo que la hacen inconfundible.
Recorrer La Laguna es sumirse en un espectáculo sorprendente en el que se suceden las huellas vivas y permanentes del arte, la cultura y la historia. Todo ello, entre muchas otras evocaciones, configura el rostro múltiple de La Laguna. La Semana Santa, las Fiestas en honor al Cristo de La Laguna, San Benito y, por supuesto, el Corpus son sus devociones mayores.
Las hermandades, cofradías y esclavitud somos una pieza importante de la sociedad lagunera. Formamos parte de la religiosidad y piedad popular, que es la manera de acoger la fe en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o sorprendente. Es la raigambre segura e interior de la fe, según nos ha dicho el papa emérito Benedicto XVI. Las Hermandades y Cofradías dan testimonio de las diferentes tradiciones locales como resultado de una religiosidad que se ha expresado a través de los siglos con iniciativas y obras de arte que duran hasta nuestros días.
Las hermandades tienen distintas formas de culto, pero todas ellas deben de tener como centro celebrativo la EUCARISTÍA. La procesión que se derrama por las calles tras la celebración de la eucarística es una expresión cultual de carácter universal en la cual la piedad popular y el culto establecen una relación muy peculiar. Tenemos que EVITAR que sea el acto culminante de la Liturgia, lo cual puede degenerar en convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural. No debemos olvidar que es la catequesis la que da sentido a la expresión popular que procesiona por nuestra ciudad tras la celebración de la liturgia.
Las hermandades tenemos en cuenta tres aspectos o características importantes: la evangelicidad, la eclesialidad y la misionariedad.
En primer lugar, la piedad popular es un tesoro que tiene la Iglesia, es un «espacio de encuentro con Jesucristo»… A lo largo de los siglos las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Todo debe comenzar con la doctrina de Cristo y debe conducirnos a él, a amar a Dios y ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio.
También, la piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, y aquí entra el segundo elemento, la eclesialidad. Somos una presencia activa en la comunidad, como células y piedras vivas; es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia». En las parroquias, en la diócesis, debemos ser un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana.
Por último abordamos la tercera característica de las hermandades: la misionariedad. Tenemos una misión específica e importante que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecemos, y lo hacemos a través de la piedad popular. Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, la manifestamos en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas… Y, haciéndolo así, ayudamos a transmitirla a la gente. Ese es el espíritu que nos debe ayudar a estar siempre atentos a la caridad. En efecto, «el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador».
Este reconocimiento que se le hace entrega a la JHC, es gracias a la inmensa labor que a lo largo de esos años, y de los siglos anteriores, han desarrollado miles de hermanos y cofrades que con gran devoción y esfuerzo han dedicado sus vidas a los demás; un trabajo por y para las hermandades, que se justifica a lo largo de la historia con múltiples razones.
Podemos verlo al analizar los comienzos y posterior evolución de las hermandades tras su fundación en las postrimerías del siglo XV. Resulta evidente que se trata de un fenómeno de carácter social, fruto de un movimiento renovador, que si bien sirve de canal para encauzar manifestaciones o expresiones de sentimientos de índole religioso, funcionan también como expresión del funcionamiento de la sociedad civil al ser el principal cauce de la articulación de ésta. Estas fundaciones comienzan en torno a los conventos, teniendo su mayor auge en torno al siglo XVII, que es cuando las parroquias empiezan a intervenir en las procesiones a través de nuevas hermandades creadas en ellas.
Estos movimientos sociales, que se articulan y manifiestan a través de las cofradías, se harán cargo de la defensa de sus derechos cívicos, como en el caso de la cofradía de la Sangre. También se encargarán de la asistencia hospitalaria, en un proceso racionalizador y de optimización de recursos sostenido por las limosnas del pueblo.
Esta racionalidad y consenso se extendía a la Semana Santa, pues, y es aquí donde radicaba la razón de la ausencia de grandes conflictos, no se entendía que al procesionar un paso una determinada cofradía monopolizaba esa celebración, sino que toda la ciudad participaba en ella, asumiendo esa cofradía en ese momento la representación de toda la ciudadanía, utilizando Imágenes isleñas y foráneas (peninsulares, flamencas, italianas, americanas) que han canalizado la devoción popular hacia diferentes momentos de la Pasión y Muerte de Cristo.
Ya a finales del siglo XVIII empieza un declive, basado en la paulatina retirada de las clases elitistas, en la excesiva popularización de algunos actos, en un nuevo reglamento y ceremonial, prohibición de teatrales representaciones, conflictos entre clero regular y el secular, acontecimientos político-sociales y, sobre todo, la desamortización de Mendizábal. A pesar de esto, no se pierden ni las devociones ni la Solemnidad de las celebraciones.
Gracias al restablecimiento en 1877 de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, la reconstrucción de la nueva Santa Iglesia Catedral en 1913 y el Concilio Vaticano II con un nuevo orden litúrgico y una simplificación de los ritos, empieza un resurgir de la vida de las hermandades en nuestra ciudad. Incluso existen ya menciones en el diario de la Unión lagunera de 1879 de realización de nuevos actos y cultos que se verán realizados en los años 30 gracias a una Comisión de nueva creación, que será la precursora de la Junta de Hermandades y Cofradías, y que puso en marcha la Procesión Magna en 1927, con la siguiente referencia periodística:
”A las tres y media de la tarde se organizará en la Catedral una procesión magna, en la que tomarán parte todos los Pasos que han salido en las distintas procesiones de Semana Santa, desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo, con sus respectivas Hermandades. Se ordenarán por el orden histórico y cronológico de los Pasos o Hechos de la Vida del Señor, que cada uno representa. A esa hora, pues, estarán en la Catedral todos los Pasos, para lo cual podrán quedar allí en sus tronos correspondientes desde el día y hora en que cada uno haya salido a la calle”.
O la creación de la Procesión de Madrugada en 1933 o el primer Pregón de la Semana Santa a cargo del profesor de la Universidad de San Fernando, D. Manuel González de Aledo y Rodríguez de la Sierra, en 1949, que en esos inicios intervino desde la Hermandad de la Sangre para fundar la JHC.
Será a partir de 1950 cuando toma forma una nueva Semana Santa, con carácter más penitencial, usando hábito al estilo de Andalucía y haciendo referencias a la herencia de las antiguas Cofradías y Hermandades.
Habrá que esperar hasta el 2 de enero de 1953 para que se produzca la creación de la Junta de Hermandades y Cofradías de San Cristóbal de La Laguna, en respuesta a la necesidad de un Órgano que fuese el cauce legal de las Hermandades y Cofradías entre sí, así como con la Autoridad Eclesiástica y con el Municipio, para la celebración de los desfiles procesionales y de las cuestiones directamente derivadas de los mismos.
Tras unos años de titubeos y altibajos previos, las hermandades alcanzan su mayor auge con la incorporación de la mujer cofrade, el aumento de la labor social, nuevos actos, conciertos, exposiciones, conferencias,…. La elaboración de Programas y libros que difunden la Historia y el arte y la importante Promoción turística que muestra el rico patrimonio cultural y patrimonial que poseen las hermandades laguneras, conforma sin duda uno de los tres pilares básicos sobre la que se sustenta el trabajo que hacemos y que se circunscribe al culto y la devoción a la fe, la labor social y la formación y cuidado del patrimonio.
Dejando claro que son los cofrades anónimos a lo largo de los siglos los que han mantenido vivas las hermandades gracias a su labor, no podemos dejar de nombrar y agradecer la labor innegable y los desvelos de una serie de personas que en estos últimos años han trabajado por el bien de las hermandades. Quiere empezar en primer lugar mencionando a los distintos obispos de la diócesis: Mons. Domingo Pérez Cáceres, Mons. Fray Luis Franco Cascón, Mons. Damián Iguacen Borau, Mons. Felipe Fernández García y a Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, al cual agradecemos de manera especial su colaboración y cercanía con todas las hermandades. Así mismo es imprescindible recordar a los Delegados Episcopales para la JHC que en un primer momento fueron Presidentes de la misma, D. Manuel Diaz Pacheco, D. Luis Van de Walle, D. Pedro Juan García Hernández, trabajador incansable de su SIC y de muchas Hermandades y ya posteriormente como Delegados episcopales, D. Daniel José Padilla Piñero, impulsor de la reforma de la JHC, D. Jesús Manuel Gil Agüín defensor a ultranza de la Junta y D. Jorge Fernandez del Castillo delegado episcopal actual, gran valedor de la misma. De igual manera debemos agradecer la dedicación de los secretarios en su primera época, D. Luis Olano y el que realizó el primer reglamento que es el gran y querido Francisco García Fajardo, que impulsó numerosas hermandades y, sobre todo, la propia Junta de Hermandades y Cofradías; posteriormente D. Jose Luis Álvarez Arvelo y D. Enrique García Melón que realizaron un gran trabajo en unos años complicados para las hermandades; D. Jose Antonio Afonso Castillo, tan querido y recordado por todos; D Alberto Jorge de la Rosa, que empezó la reforma de la junta, que tras ella fueron presidentes D. Domingo José Hernández Yanes, primer presidente tras la reforma de sus estatutos; D. Juan Antonio Pérez Gómez, trabajador permanente e incansable por las hermandades; D. Pedro Ramón Gutierrez Hernandez impulsor de numerosas publicaciones sobre nuestra Semana Santa; y por supuesto a Dª María Cabrera Carballo, primera mujer presidenta de las hermandades laguneras.
La JHC en este siglo XXI está integrada por veintiséis Cofradías, Hermandades y Esclavitud, las cuales tenemos una gran labor social con ayuda a muchas instituciones, en su labor cultural destacan las exposiciones, las conferencias, la edición de libros y las jornadas cofrades, entre otras, que tienen como objetivo incrementar la difusión y el reconocimiento de la Semana Santa de San Cristóbal de La Laguna. En la JHC no solo tienen cabida las que procesionan en el entorno del casco histórico de la ciudad de Aguere, sino que también pertenecen a este grupo cofradías que vieron la luz y continúan desarrollando su labor a lo largo y ancho del Municipio de nuestra ciudad,
Gracias a las hermandades sacramentales
- Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento de la Iglesia de Nuestra de la Concepción
- Hermandad del Santísimo de la Santa Iglesia Catedral y sección penitencial
A las hermandades de gloria
- Pontificia, Imperial, Real y Venerable Hermandad de Nuestra Señora de la Concepción
- Orden Tercera Seglar de Nuestro Padre San Francisco
- Hermandad de San Juan Bautista de La Laguna
- Venerable Hermandad del Santísimo Rosario, Nuestra Señora de la Soledad y Santísimo Cristo Resucitado
- Hermandad de Nuestra Señora de la Merced
Y a las hermandades penitenciales
- Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna
- Muy Antigua y Venerable Hermandad de la Sangre de Cristo y de la Santa Cruz
- Real, Muy Ilustre y Capitular Cofradía de la Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora de las Angustias y Santísimo Cristo de los Remedios
- Cofradía de Penitentes de la Misericordia
- Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad
- Cofradía del Lignum Crucis y de Nuestra Señora de la Piedad
- Cofradía Penitencial de la Unción y Mortaja de Cristo
- Hermandad de Nuestra Señora de la Cinta y del Santísimo Cristo de Burgos
- Cofradía del Santísimo Cristo de las Caídas
- Cofradía de las Insignias de la Pasión del Señor y Soledad de María Santísima
- Real Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima de la Amargura
- Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén y Cristo Predicador
- Venerable Hermandad Sacramental de San Lázaro y Cofradía penitencial del Santísimo Cristo del Calvario y María Santísima de los Dolores
- Hermandad y Cofradía de Jesús ante Caifás y Nuestra Señora de los Dolores
- Cofradía del Santo Cristo del Rescate y Nuestra Señora de los Dolores
- Cofradía de la Santa Faz
- Hermandad del Cristo del Amor Misericordioso y Servidores del Templo
- Hermandad y Cofradía de María Santísima de los Dolores
- Hermandad Franciscana de la Oración en el Huerto
El futuro de todas las hermandades y de la JHC es seguir proyectando nuestra fe, nuestras creencias, nuestro amor a Jesucristo y a la Virgen María, para el bien de todos, manteniendo y enriqueciendo nuestros cultos y nuestros actos. Seguiremos trabajando para poder tener muy pronto un lugar donde exponer nuestros pasos, nuestros enseres, en un futuro Museo cofrade de La Laguna que sirva de encuentro de todos los cofrades y ciudadanos. También sería importante poder realizar un grupo escultórico dedicado a nuestra Semana Santa, al mundo cofrade, que consistiera en un capuchino con el hábito puesto, con su capirote al brazo, como yendo o viniendo de la procesión y de su mano un niño, su hijo, con su hábito puesto y su esclavina. Cualquier lugar emblemático de la ciudad será un buen lugar, porque es en la calle donde las cofradías y hermandades de La Laguna desarrollan la catequesis y es en esas mismas calles donde se multiplica la fe. Ese gesto será sin duda un recordatorio permanente de la importancia de nuestras vivencias a lo largo de más de cinco siglos de existencia.
Para concluir quisiera transmitir nuestro más profundo agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, a sus alcaldes anteriores y que hoy nos acompañan, a todos las personas que han estado involucrados en dedicar este reconocimiento a más de 3.000 cofrades que mantienen viva su fe a través de la piedad popular en una ciudad tan maravillosa. La labor que desarrollan todos y cada uno de los cofrades de esta ciudad tiene su reflejo inmediato en la importancia que tienen las hermandades en la dimensión cultural y patrimonial, esencial para transmitir a los más pequeños y a quienes nos visitan que son una suma de herencias y aportaciones que La Laguna cuida como uno de los tesoros de su patrimonio religioso y cultural.
Con ese deseo renovamos nuestra confianza, agradeciendo este reconocimiento que nos va a permitir seguir proclamando nuestra fe siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Madre María, con la gracia de Dios nuestro Señor. Les doy las gracias de todo corazón en nombre de todos los cofrades.
Pedro Arturo López Cabrera
Presidente