La imagen del Santísimo Cristo de La Laguna se venera con devoción desde el siglo XVI. Ahora que su talla ha sido objeto de un proceso de restauración tan necesario como controvertido, resulta gratificante ahondar en su origen. Una historia que ha despertado siempre mucha atención, a pesar de la falta de acuerdo respecto a la procedencia, filiación artística y autoría de la imagen, dando pie a lo largo de los siglos a infinidad de leyendas, hipótesis y propuestas diversas. Durante años se aceptó la procedencia española, concretamente sevillana, de la imagen del Señor, sustentada en una de las versiones de su llegada a la Isla, que argumentaba la presencia previa de la efigie en la ermita de la Vera Cruz de Sanlúcar de Barrameda, cuyo patrono, el duque de Medina Sidonia, la habría donado tras la conquista al convento insular. De esta forma, Tarquis se hace eco de las valoraciones expresadas por Buenaventura Bonnet y el marqués de Lozoya, entre otras personalidades, que defendían el origen español de la imagen del Cristo de La Laguna y negaban las influencias de Flandes o del Norte. Sin embargo, en las dos últimas décadas, el origen nórdico de la talla ha cobrado mayor protagonismo. “La atención o el interés que ha despertado la imagen del Cristo de La Laguna no es tan antiguo como tradicionalmente se ha supuesto”, confirma el doctor en Historia del Arte, Carlos Rodríguez Morales, para quien las primeras noticias sobre la imagen del Cristo se sitúan “a finales del siglo XVI. Con datos ciertos y contemporáneos sabemos que la devoción al Cristo de La Laguna comienza a tener éxito y a difundirse a partir de ese momento.
Tradicionalmente se sitúa el origen de la devoción al Cristo a comienzos del XVI, vinculada a la posible llegada de la imagen al entorno del Adelantado, pero la realidad es que hasta donde sabemos hoy los documentos comienzan a constatar la devoción de la imagen a finales de siglo”. Fue en 1612 cuando se editó la primera obra que tenía como protagonista al Cristo de La Laguna, un libro de Fray Luis de Quirós dedicado a los milagros del Cristo. “El tema de los milagros es muy subjetivo. Pero es evidente que se trata de una imagen a la que se le atribuyen milagros desde finales del XVI, momento en el que se puede documentar la devoción masiva al Cristo de La Laguna. No se trata de determinar si esos milagros son ciertos o no, pero si es verdad qu
e desde ese momento la gente señala que el Cristo de La Laguna obra milagros. El libro de Luis de Quirós enumera muchos de esos milagros”, apunta el doctor en Historia del Arte. Con anterioridad, en 1594, el padre Alonso de Espinosa, un dominico autor del relato Historia de la Candelaria, se refiere en el mismo texto a la imagen del Cristo destacando la especial devoción que profesaba, en el capítulo dedicado a una imagen de un Cristo muy devoto que está en la isla. “De alguna manera podemos decir que el interés histórico por la imagen del Cristo se sitúa en el momento en que la devoción cristalizó, se difundió entre la población y fue arropada institucionalmente a finales del XVI. La primera noticia sobre el Cristo se retrasa hasta 1576. Antes no se ha encontrado ningún documento relativo al Cristo”, señala Carlos Rodríguez Morales. Lo que no parece albergar dudas es que se trata de una imagen importada en términos de comercio artístico, aunque su origen continúa siendo un enigma. “Las primeras obras sobre el Cristo destacan el carácter misterioso de su llegada. Esos primeros relatos de historiadores y la falta de certeza sobre su origen ahondan en su carácter especial. No sabemos cómo vino, hay leyendas y tradiciones, incluso algunos autores aseguran que intervienen ángeles tanto en su realización como en el proceso de compra. Digamos que la falta de certeza alimenta la devoción”, asegura Carlos Rodríguez Morales, para quien el paso del tiempo y el avance en las investigaciones ha permitido “tener datos más concretos que en el siglo XVI”. Los propios relatos de la época asumen que se trata de una imagen que venía de fuera de la Isla, adquirida en Barcelona probablemente o que llega a través de Cádiz.
Hoy está aceptado por la historiografía que es una imagen realizada en los antiguos países bajos meridionales: Flandes; una teoría que se comenzó a gestar a mediados de 1970. “Desde mediados del siglo XX se planteó la hipótesis de que era una imagen andaluza, algo que no es del todo descabellado porque entonces trabajaban allí artistas nórdicos y flamencos”, aclara Carlos Rodríguez Morales. El primer intento de catalogarla con criterios modernos se concretó en Andalucía y hoy se acepta el origen nórdico. De hecho existen dos corrientes de especialistas en ese sentido. La profesora Constanza Negrín Delgado publicó en el año 1994 un artículo a partir de un estudio formal de la pieza, en el que planteó su “catalogación como una obra realiza en Amberes a principios del siglo XVI (1500-1510)”, subraya Rodríguez Morales. Paralelamente, el profesor Francisco Galante Gómez de la Universidad de La Laguna ha defendido la factura nórdica de la imagen y plantea, a través de la lectura de una serie de letras que decoran el paño de pureza del Cristo, “una hipótesis de parte de esas inscripciones que le permiten fechar el año de realización en 1514 y el nombre de un posible autor, un artista que no corresponde con un autor conocido, llamado Louis van der Vule”, explica Rodríguez Morales, para quien no parece haber dudas respecto a que se trata de una talla “realizada en Flandes”. La investigación de Galante Gómez reveló además una interesante información de nobleza de Jacinto Domenech Benítez y Varela, inserta en un protocolo notarial custodiado en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, donde se asume una de las versiones que vincula la presencia de la imagen del Cristo al conquistador Juan Benítez. Este documento incluye además una estampa de 1677 de Gregorio Fosman, un verdadero retrato del Señor de La Laguna en su recién estrenado nicho de plata, que supuso una valiosísima aportación. Hay una tercera hipótesis muy sugerente. La plantea el investigar Lorenzo Santana al rastrear la documentación notarial y concejil de La Laguna del XVI. Según su teoría, el nombre del mercader flamenco Juan de Wilte podría haber acabado por confundirse con el de Juan Benítez. “De Wilte, fallecido en 1543 en La Laguna, dispuso ser sepultado en el monasterio franciscano. Esta posibilidad no coincide con la cronología supuesta para la imagen, más cercana al comienzo del siglo”, advierte Rodríguez Morales. El otro aspecto del que ha sido objeto la obra es su valor artístico. En ese sentido, el doctor en Historia del Arte Carlos Rodríguez Morales tiene muy claro que “la calidad de una imagen define su valor artístico pero no tiene por qué determinar su interés devocional. Hay sobrados ejemplos de imágenes con escaso mérito artístico, que tienen una gran devoción y verdaderas obras maestras que permanecen en museos y no tienen un uso piadoso”. En el caso del Cristo de La Laguna, matiza Rodríguez Morales, “confluyen las dos circunstancias: el hecho de tratarse de una obra de una gran calidad artística y, a la vez, la circunstancia de tratarse de una imagen de una gran importancia histórica y devocional, concretamente en el contexto canario”.
Leyendas y misterios. Las leyendas sobre el origen de la talla del Santísimo Cristo de La Laguna alimentan de alguna manera el interés por la imagen. Este hecho, en opinión del doctor en Historia del Arte Carlos Rodríguez Morales, “llegó de manera normal y corriente a la Isla, pero eso no pudo pasar antes del primer tercio del siglo XVI, en torno a 1520, que es la fecha que se ha convenido, y que coincide con la puesta en funcionamiento del convento donde ha residido el Cristo”. En apenas unas décadas, ya se había perdido la certeza sobre ese hecho no tan lejano. “La devoción al Cristo es la que justifica que luego alguien se pare a pensar cómo pudo venir y se planteen esas hipótesis donde interviene lo sobrenatural”, indica Rodríguez Morales, para quien la llegada del Cristo según esos primeros relatos, que además son tradiciones que se han mantenido hasta hoy, “no plantean una llegada normal, sino que apuntan a la intervención del arcángel San Miguel en una de las versiones, o mantienen la presencia de ángeles; hablan de un periplo marítimo como poco improbable, saliendo de Flandes, recalando en Venecia y de ahí pasando por Barcelona, y luego haciendo escala en Cádiz. Aunque fuera así, sería algo poco común”. Lo normal es que la imagen saliera de Flandes y fuera directamente por el Atlántico con los barcos que hacía la ruta del comercio del azúcar. Esas historias inverosímiles lo que indican es “que se trataba de una imagen fuera de lo común”, manifiesta Rodríguez Morales. En ocasiones, el origen de la devoción no coincide con la entronización de una imagen. No es un proceso que se produzca automáticamente. Con los datos en la mano, lo que parece más probable es que la devoción por la imagen del Cristo despierta con posterioridad, tiempo después de llegar a la Isla. Eso es al menos lo que cree el doctor en Historia del Arte Carlos Rodríguez Morales, para quien no sería descabellado pensar que la “devoción por el Cristo estuviera dormida a la espera de ser despertada; y ese es otro elemento importante. Al enfrentarnos a la historia del Cristo, un reto es saber su catalogación artística, dónde fue realizada la talla, por quien y en que momento. Otro aspecto que tiene interés es quien la adquiere, quien la trae a Tenerife, quien es su patrocinador, por qué y dónde. Sabemos que se ubica la imagen en el convento de San Francisco, pero no necesariamente en el altar mayor desde el principio. Un tercer momento es cuándo nace la devoción”. Aunque sean ciertas algunas de esas hipótesis, la devoción al Cristo de La Laguna parece que se escapa en un momento determinado de las manos de su patrocinador para convierte en una devoción de toda la ciudad y de toda la Isla. “Son fenómenos distintos que no tienen por qué coincidir en el tiempo”, argumenta Rodríguez Morales. En opinión del doctor en Historia del Arte, “lo que podemos asegurar es que desde su llegada a la Isla, la talla del Cristo no se convierte en una imagen de una devoción indiscutible, aceptada y popular”. A veces un documento te confirma una idea y, en otras ocasiones, la ausencia de un documento te puede confirmar otra hipótesis. En el caso que nos ocupa, la ausencia de menciones al Cristo de La Laguna en las actas del Cabildo de la Isla hasta 1576, “por lo menos da para pensar que no era la devoción institucional que acabó siendo”, indica Rodríguez Morales, para quien “la ausencia de noticia sobre alguna rogativa anterior a las que protagonizó el Cristo desde finales del XVI y hasta hoy por plagas de langosta, falta de lluvia o enfermedades es una prueba concluyente”. De hecho, hasta 1576 las actas del Cabildo no recogen ninguna celebración protagonizada por el Cristo de La Laguna. “Si el Adelantado tuvo que ver con la llegada del Cristo a la Isla, ningún documento de los conocidos, alguno tan contundente como su propio testamento, refleja la existencia del Cristo. Que la talla del Señor de La Laguna no esté reflejada en ese documento constata que su devoción eclosiona a finales del XVI y no antes”, explica Carlos Rodríguez Morales. Constatado el hecho de que desde el Cabildo, con sede entonces en La Laguna, se promocionó la devoción del Cristo, falta por saber cuándo empieza esa imagen a florecer desde la devoción popular. “Los regidores se dan cuenta de esa aceptación secular de la imagen y la convierten en una devoción institucional. Es a la vez una devoción popular e institucional. El grupo de poder la fomenta, pero ya tiene la mitad del camino hecho porque la gente tiene devoción por el Cristo”, argumenta Carlos Rodríguez Morales. Un elemento clave en este favor institucional es la fundación de la Esclavitud en 1659, un grupo cerrado vinculado a una cofradía que ya existía a finales del XVI. “Esa primera cofradía originaria de la Esclavitud no limitaba el acceso por condición social, como si pasó con la Esclavitud posterior, vinculada a 33 varones de la oligarquía tinerfeña. A la cofradía anterior pertenecían hombres y mujeres de cualquier condición social”, señala Rodríguez Morales, quien recuerda que en cualquier caso esa cofradía anterior siguió existiendo, aunque en 1659 la Esclavitud oligarca confirmara el elitismo de la devoción al Cristo y controlara a partir de entonces las celebraciones y procesiones del Señor de La Laguna. El poder local se apropia de esa devoción”. Hoy en día conviven. En el siglo XIX la Esclavitud sufrió una transformación. Aunque sigue siendo exclusivamente masculina, ya no posee el carácter elitista de entonces, “aunque sí mantiene el honor local de su pertenencia”, reconoce el doctor en Historia del Arte.
Restauración histórica. La duda se si se sabrá algún día la verdad sobre el origen de la talla del Santísimo Cristo de La Laguna mantiene viva la llama de la investigación. Dar respuesta a los numerosos interrogantes y cabos sueltos es el gran reto de los investigadores. “No podemos encontrar un documento que no existió. Uno de los alicientes de una investigación es encontrar cosas que no han aparecido. En cualquier caso, los hechos sucedieron. El Cristo fue realizado por un escultor, no sabemos por quien, quizá fue producto de un encargo, en algún momento fue adquirido y traído a la Isla, pero nada de eso quedó reflejado en un documento y si fue así, tendría que haberse conservado y luego aparecer”, señala Carlos Rodríguez Morales. La verdadera historia de la imagen del Cristo también se ha ido oscureciendo con el paso de los años, como le ha sucedido a la tez de la talla original. Por esa razón es tan importante que la investigación histórica sobre el origen de la talla del Cristo pueda iniciar su propia labor restauradora, una circunstancia que en opinión de los investigadores históricos favorecería a la imagen del Cristo. “Aunque se ha avanzado sobre el conocimiento y el estudio de la imagen, sigue siendo un reto. A las hipótesis les sigue faltando la guinda de los documentos. No nos conformamos con saber poco, sino que queremos saberlo todo. La devoción demanda saber todo lo posible sobre el Cristo de La Laguna”, afirma Carlos Rodríguez Morales. Una de las posibles pruebas se encuentra en la devoción a una imagen. La calidad artística de una talla puede servir de modelo para otras obras. Su importancia devocional también puede propiciar copias de la obra auténtica, debido a que los devotos quieren tener efigies de esas imágenes en sus casas. “La pintura tenía entonces la función que hoy tiene la fotografía. Es un subgénero pictórico que se conoce como verdadero retrato -veras efigies-, muy propio de la devoción barroca”, explica Rodríguez Morales, para quien “una imagen que es copiada, es una imagen que tiene devoción. Detrás hay una voluntad de tener una copia lo más fiel posible de esa imagen a la que se tiene devoción”. En el caso del Cristo de La Laguna, se trata de la imagen no mariana más retratada y reproducida en Canarias. La devoción ha propiciado estos verdaderos retratos. Curiosamente, el momento en que comienza a documentarse la devoción coincide con el hecho de que en el convento de San Francisco no hay frailes sino monjas, que estuvieron allí hasta que se les construyó su propio convento. De hecho, las monjas Claras mantienen una relación especial con la imagen del Cristo. Allí se conservan varios verdaderos retratos de la imagen del Cristo. Incluso hoy en día, cuando sale el Cristo de su santuario, visita siempre el convento de Santa Clara. En el propio retablo mayor en su ático hay un retrato del Cristo de La Laguna. El hecho, sin embargo, de que una imagen con tanta devoción reciba culto en un espacio tan reducido como el que ofrece el convento franciscano es sólo una circunstancia. “Es pequeño hoy, pero no debemos olvidar que no es su mundo histórico. El convento franciscano se quemó en 1810 y lo que queda es una pequeña iglesia conservada”, recuerda el doctor en Historia del Arte, quien señala que la actual ubicación nos permite ver al Cristo “descontextualizado”. Del incendio no sólo se salvó la imagen del Cristo, sino algunas de sus principales alhajas de plata que dan la medida de la gran devoción. “Una imagen que tiene devoción atesora alhajas. El Cristo conserva sus dos cruces revestidas de planchas de plata del XVII, su diadema de plata, su hornacina o nicho de plata del XVII, la peana del paso; una serie de elementos vinculados a su culto. Fue a finales del XVII cuando se renuevan sus alhajas. Es ahora cuando la Esclavitud magnífica el culto del Cristo”, apunta Rodríguez Morales. El incendio tuvo lugar cuando la religiosidad barroca estaba en declive. En 1821 se produce una primer intento de desamortización, hasta que en 1835 se produce la definitiva exclaustración de los frailes con la desamortización de Mendizábal. “No era el momento de levantar lo que se había perdido. Esa crisis devocional se mantiene durante buena parte del siglo XIX, hasta que en 1950 hubo un proyecto de hacer un gran templo dedicado al Cristo de La Laguna. Se conserva incluso una acuarela. Existió la idea de que la devoción al Cristo merecía un templo de dimensiones superiores. En mi opinión, la imagen del Cristo en un templo enorme habría perdido encanto. Fue una solución provisional que se eternizó hasta la fecha”, concluye Rodríguez Morales.
Proceso de restauración necesario
La decisión de restaurar la talla del Cristo de La Laguna se antojaba necesaria desde hace mucho tiempo. Se trata de una imagen muy antigua que ha sufrido el paso de los siglos sin haber sido objeto de restauración o intervención con criterios modernos. “En siglos pasados recibió tratamientos de conservación adaptados a la época con claras de huevo. Pero evidentemente, y está a la vista de cualquier persona aunque no sea especialista, no solo requiere una actuación sobre su policromía, sino que la talla presentaba grietas y fisuras a nivel estructural que hacían necesaria y recomendable una intervención como se ha hecho con otras tantas imágenes de nuestro patrimonio”, explica Carlos Rodríguez Morales. En un estudio que se le practicó a la imagen en 1999 dirigido por Pablo Amador y la profesora Margarita Rodríguez, se realizaron unas catas para ver sus capas de policromía. Se le practicaron además una serie de radiografías para comprobar su estado a nivel estructural. En ese estudio, en el que se han basado los restauradores que han acometido la restauración, que será realizada por un equipo de expertos procedentes del Instituto Real de Patrimonio de Amberes, se constató que no había sido objeto de repinte. “La duda que se genera es cómo va a quedar la talla tras su restauración y hasta que punto ese lavado de imagen puede desvirtuar la fisonomía de una imagen tan reconocible”, advierte Carlos Rodríguez Morales, para quien la limpieza de la policromía, en la que se retirará la suciedad que ha afectado a la talla, “dejará al descubierto la policromía original, probablemente más clara que la actual. Existe la posibilidad de limpiar la imagen y luego elegir patinar la talla si la gente no identifica al Cristo sino con una policromía ennegrecida. Como historiador me gustaría ver como es en realidad el Cristo, igual que me gustaría saber quién lo trajo o quien lo hizo y conocer su verdadera historia”.